La Arquitectura Bioclimática como recurso en el desarrollo de la idea de sostenibilidad ha reaparecido con fuerza, dada la creciente concienciación sobre la necesidad de frenar un modelo de crecimiento que va abocado al colapso. Y señalo que ha reaparecido, porque se basa en principios de precedentes como la Arquitectura Popular y la Arquitectura académica norteamericana de los 70.
Animada por la voracidad consumista que la sociedad ha experimentado; el proceso de industrialización se ha especializado en resolver aspectos específicos, recurriendo a nuevos materiales, costosos energéticamente, generadores de residuos y emisiones nocivas; sin posibilidad de reintroducirse en el medio, al agotar su vida útil, sin contaminar. Alejándose drásticamente de la sabiduría y las virtudes de la Arquitectura Popular. Como consecuencia de esta frenética actividad, era creciente la dependencia de las fuentes energéticas; combustibles fósiles (especialmente el petróleo). La crisis energética del petróleo del año 1973 hizo temblar las economías. Esto se unió a la evidencia de las consecuencias medioambientales que la industrialización estaba provocando.
Comienza a surgir la conciencia de ahorro energético y de una reinvención de la arquitectura, que hasta ahora había sido dominada por el Estilo Internacional; se basaba en una estandarización de las soluciones y técnicas arquitectónicas. Es este momento cuando en EEUU, los hermanos Olgyay, tomando como base la Arquitectura Popular, desarrollan una metodología científica para adoptar las soluciones más convenientes en cada caso. Para ello, se valen de: la biología, la meteorología y la ingeniería. Nace la Arquitectura Bioclimática.
Organismos internacionales como la UNESCO, han promovido el desarrollo de acciones en el ámbito medioambiental, económico y social; dirigidas hacia la concienciación y el respeto por la Naturaleza. Sentando principios y procedimientos, instrumentalizados mediante un marco de referencia normativo en los Estados.
Los ejemplos más significativos han sido:
– El informe publicado por el Club de Roma en 1971; donde se replantea la viabilidad del crecimiento económico a nivel mundial. Aparece el concepto de “ecodesarrollo”. Aparecen los primeros proyectos edificatorios y de planificación urbanística con una nueva sensibilidad.
– El informe Brundtland en 1987; donde surge el concepto de “desarrollo sostenible”, bautizado por las Naciones Unidas definido como: “Nuestro futuro común es satisfacer nuestras necesidades actuales sin comprometer la capacidad de la generaciones futuras de satisfacer las suyas”.
– La Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro (Cumbre de la Tierra) en 1992; se llegan acuerdos que se incorporan en tratados internacionales, por cambiar el modelo de crecimiento vigente. Esto se concreto en la llamada Agenda 21, adoptada por múltiples ciudades.
– La Conferencia Europea sobre Ciudades Sostenibles, convocada por la Comisión Europea en 1994; se aprueba la Carta Aalborg, que trata de adaptar la Agenda 21 a las ciudades europeas.
– Cumbre de Lisboa, Carta de Lisboa en 1996.
– El Protocolo de Kioto; aprobado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1997; se planteó como objetivo reducir las emisiones de los 6 gases más responsables del calentamiento global y del efecto invernadero.
– La Conferencia de Hannover en 2000.
– La Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible en Johannesburgo en 2002; se instó a los países desarrollados a alcanzar los niveles intencionalmente convenidos de asistencia oficial al desarrollo, apoyar la creación de alianzas regionales fuertes para promover la cooperación internacional, afirmar que el sector privado también tiene el deber de contribuir al desarrollo sostenible, y por último llamar a crear instituciones internacionales y multilaterales más eficientes, democráticas y responsables.